LA SIRENITA

En lo más profundo del mar había un castillo. En el vivía un rey que tenía seis hijas, todas ellas sirenas de gran belleza. La más hermosa de todas era la menor; su piel era tan suave y delicada como un pétalo de rosa, sus ojos eran azules como el mar. Como todas las sirenas, no tenía piernas; su cuerpo terminaba en una gran cola de pez. Poseía la más hermosa voz que jamás se oyó.

Todos los días las sirenas jugaban en las grandes habitaciones del palacio. Cuando las ventanas estaban abiertas, los peces entraban y salían libremente. Eran tan mansos que nadaban hasta donde estaban ellas, comían de sus propias manos, se dejaban acariciar y hacer cosquillas.

Nada les gustaba más a las sirenas que escuchar las historias que les contaba su abuela sobre el mundo que existía más allá del mar. Pedían que les hablara sobre árboles, pájaros, ciudades y personas que usaban piernas para caminar.

-Cuando cada una de ustedes cumpla 15 años -decía la abuela-, podrá nadar hasta la superficie del mar y, recostada sobre alguna roca, ver los barcos que pasen.

Por fin llegó el día en que la sirenita cumplió sus 15 años, saludó a todos y nadó con ligereza ascendiendo hasta la superficie.
Cuando asomó la cabeza sobre el agua, el sol estaba _poniéndose, las nubes se veían de color rosa, el mar estaba calmo y comenzaba a brillar el lucero.

Se quedó deslumbrada mirando las aves que pasaban y las estrellas que van apareciendo.
Gozó con la brisa que rozaba su rostro y acariciaba su pelo.

A lo lejos, vio una nave. Nadando se acercó a ella, se sentó sobre una oca y observó atenta a los marineros que iban y venían alzando las velas. -¡Qué fuertes y varoniles son!- pensaba la sirenita. Se sentía feliz. Pero más se emocionó aún cuando apareció en cubierta un elegante y joven príncipe.

Se había hecho muy tarde ya, pero no podía apartar sus ojos del barco ni del hermoso príncipe.
De repente el cielo se cubrió de nubes, el viento sopló cada vez más fuerte, los truenos estallaron en estruendo y el mar provocó inmensas olas que sacudieron violentamente el barco hasta hacerlo hundir.

La sirenita nadó apresuradamente para salvar al príncipe. Sostuvo su cabeza sobre las olas, dejando que la corriente los llevara hasta la costa.
Arrastrándose pudo depositarlo sobre la arena de la playa. Lo acarició y lo besó con mucha ternura. Se quedó a su lado cuidándolo, cantando para él las más bellas canciones durante toda la noche.
Cuando salió el sol, vio que el príncipe despertaba. Entonces, regresó al fondo del mar. Volvió a su mundo acuático con el corazón enamorado de un príncipe terrestre. Contó a su abuela lo sucedido.
Ahora sólo deseo -le dijo- volver al mundo exterior para poderlo ver.
Lo quiero. ¡Deseo vivir con él en la tierra!


-¿Pero qué dices, pequeña? -la interrumpió la abuela muy irritada- Tu vida, tu mundo, somos nosotros. ¡Ni se te ocurra esa tontería!
La sirenita, entonces, decidió ir a ver a la bruja del mar. Pese a la repugnancia que le producía, sabía que sólo ella la podría ayudar. Nadó hacia las profundidades pasando por aguas arremolinadas, cruzó por entre las piedras y algas enroscadas como verdes serpientes, y finalmente encontró la guarida de la bruja, rodeada de peces con ojos saltones, tiburones y serpientes.
La sirenita tomó el brebaje y nadó hasta la superficie. Mientras subía sintió un horrible dolor en su cola de pez. Cuando llegó a la costa tenía dos bonitas piernas. Quiso cantar de felicidad, pero la bruja le había quitado su bella voz. Se recostó en la arena recordando a su amado y se durmió. Cuando despertó, a su lado estaba su príncipe, más bello y radiante que nunca.




-¡Gracias! -exclamó él- Me has salvado la vida, he venido a esta playa todos los días a buscarte. ¡Y hoy, al fin, tuve la dicha de encontrarte!
Ella lo miró con los ojos muy abiertos y le sonrió. -Pero, ¿quién eres?- preguntó el príncipe, afligido.
La sirenita negó con la cabeza. El príncipe entonces la tomó de la mano y la llevó al palacio.
-Te llamaré Aurora- le dijo.
La sirenita conoció bailes, realizó paseos por las montañas, cabalgó por la -Aurora -la llamó un día el príncipe-, te presento a Ursula, princesa de un país lejano. Se quedará con nosotros de visita.
La sirenita, mientras saludaba a Ursula, advirtió algo extraño en sus ojos. Un brillo de maldad se reflejaba en ellos.


Transcurrían los días y el príncipe se acercaba más y más a Ursula, dejando sola a la pobre sirenita, que no dejaba de pensar dónde había visto esos ojos.
Una noche, durante una fiesta en palacio, Ursula cantó con una voz hermosa. La sirenita reconoció entonces su propia voz, que la bruja le había quitado el día que transformó su cola de pescado en piernas de mujer. El príncipe quedó maravillado ante esa voz, cálida, clara y tierna. Entonces propuso a Ursula que

La ceremonia se iba a realizar en alta mar. La noche de la boda, la sirenita estaba muy hermosa, pero más triste que nunca. Mirando el mar, deseó estar junto a su familia.
Fue entonces que surgieron desde el agua sus hermanas mayores. ¡Qué alegría verlas! La sirenita las abrazó con los ojos llenos de lágrimas. Las hermanas le dijeron: -Entregamos a la bruja nuestras joyas para que nos contara toda la verdad y poder encontrarte.


-Escucha con atención hermanita -dijo la mayor-. Hay una forma de romper el hechizo de la bruja. Si besas al príncipe éste sentirá nuevamente amor hacia tí, volverás a tener tu voz y Ursula volverá a ser la bruja de los mares.
La sirenita sonrió a sus hermanas y entró al salón donde todos, reunidos, aguardaban la ceremonia de la boda. Se lanzó a los brazos del príncipe y besó sus labios con todo el amor de su alma.
En ese mismo momento se rompió el maléfico hechizo. El barco se sacudió con violencia y Ursula perdió todos sus falsos encantos. Convertida -_ otra vez en bruja, se arrojó al agua.
Todos escucharon de los labios de la sirenita la verdad de la historia.

-¡Cómo pude hacerte tanto daño! dijo el príncipe conmovido, y agregó dulcemente: -Pido que me perdones y aceptes, si es que todavía me amas, que te proteja y te brinde mi amor para siempre. ¿Deseas ser mi esposa?
La sirenita lo miró gozosa y besó nuevamente sus labios con toda la ternura que tuvo para él desde la noche que lo conoció.
La fiesta se realizó en un buque de lujo. Fue la boda más espléndida que jamás se vio. Las sirenas nadaron hasta la superficie para cantar a coro. Los peces se asomaron sobre las olas haciendo brillar sus escamas doradas. Hasta el gran rey de los mares subió para ver a su hija. La sirenita, recuperada la voz, cantó con sus hermanas, llenando de gozo el corazón del príncipe.

FIN



1 comentario:

Ana Bastow dijo...

Bonita version de la historia.
Mi princesa favorita es la sirenita desde antes que Disney la tomara en cuenta. Me encantan las dos versiones creo que ambos finales tienen su momento y su lugar en el corazon de todas las sirenitas.
www.lasirenitadecoral.blogspot.com

HERMOSO VIDEO DE LAS PRINCESAS